martes, 11 de agosto de 2015

I LIVE MY LIFE LIKE A MOTHERHOP...SCOTCH


Hoola amigos químicos/físicos.

Cuando unos inexpertos oídos escuchan a una danesa mascullar vocablos en la lengua de la música comercial, son proclives a caer en ciertos malentendidos que ciertamente podrían hacer la canción mucho más pegadiza. Y es que en verdad nos encanta escuchar las blasfemias escondidas que los cantantes (y sus productores) nos hacen oír  cuando su tema suena de fondo. Este deseo de rebeldía, de escaparse de las pautas establecidas, de ser tan malos como para decir un improperio y al momento taparnos la boca, decir ups y sacar una sonrisa de maldad extrema (...) vive latente en nosotros por alguna razón. Posiblemente la explicación más razonable sea la opresión inconsciente que ejercemos por encajar, que se nos ha impuesto... O simplemente ya que queremos ser mucho más inteligentes que nuestros congéneres y demostrarles lo atrevidos que somos.

De todas formas hoy no vengo aquí a divagar sobre el lenguaje... Se divagará sobre cualquier otro tema que sea posiblemente de igual trascendencia que el anteriormente mencionado. Desde hace años vengo oyendo eso de "a mí me gusta la buena música", "quita eso, hace daño a mis oídos"... Parece que el asunto es sumamente grave que se ha hecho generalizado. Primero fue el heavy metal, se unió el rock, siguió el rap y creo que recientemente se ha añadido el ska (pero no en su original significado, en ska del de protesta, del chungo). Imagino que por lo que está sonando en el país de la comida basura el siguiente género en aparecer por aquí será el reggae. Todo esto suena a una nueva revolución musical, de ruptura con lo establecido. En definitiva, una nueva generación de activistas por los derechos civiles, que por otra parte aún están por reconocer, o al menos por llevar a cabo. 

Sin conocer por lo que luchamos seguimos luchando, introduciendo en nuestros ipods piezas musicales tan representativas de lo que defendemos que ni siquiera las entendemos... ¿Dónde está el problema? En ningún sitio, por supuesto, porque de esta forma podemos entender la música, como un entretenimiento, un sonido sobre el que bailar, sonreír por la calle cuando caminas con tus auriculares en las orejas y de vez en cuando tarareas la letra en una especie de voz en off. Divertido e inocuo, bien podemos tararear sobre la corrupción en la política como sobre una rayuela.

Ilustrando el escrito sitúo una canción que he conocido hoy aquí abajo. Como por el momento no se encuentra publicada una pista de audio oficial he optado por dejar este enlace y el título de la canción, por si alguien quiere indagar dentro de los parámetros de la ilegalidad cibernética y abrir Youtube.

HOPSCOTCH - EMMELIE DE FOREST


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